martes, 1 de septiembre de 2009

Máquinas infernales

Las obras en las carreteras son un asco, ¿verdad? Un mal necesario, que dirían algunos. Se supone que en cuanto terminen, la circulación será mejor y más fluida, pero mientras tanto, los coches están circulando por un solo carril, turnándose los de un sentido y el contrario. Tanto es así que, cuando íbamos camino de la clínica en el coche de Marta (no suelo ir en coche, pero si me la encuentro no le puedo hacer el feo), nos encontramos con una fila de automóviles que venían en sentido contrario. Nos tuvimos que subir a la acera, y circular por ella un tramo, hasta que dejaron de pasar. Pero ¡menudo susto! ¡Y cuando volví a casa, casi me atropella una apisonadora! No, exagero. Tuve que esperar a que se quitara del camino, porque yo iba caminando y no quería acabar como una calcomanía en el asfalto, y cuando entré por fin, pasó por mi lado seguida de otra máquina infernal de ésas. Ahora están aparcaditas aquí al lado, poniendo cara de no haber roto un plato en la vida, y menos haberse cargado media carretera de Ortigueira. Pero a mí no me engañan, no señor. Un día, las máquinas se rebelarán, y entonces lo tendremos jodido.

¿Y todo esto a qué venía? Ah, sí. Que las obras son un asco. Y las mudanzas también. El próximo martes, cuando lleguen mis padres, me voy a trasladar, pero todo el montante que tenemos que llevar hasta allí no me lo quiero ni imaginar. El fin de semana ya lo tengo más o menos planificado para comenzar a empaquetar cosas que no necesite el lunes, y el lunes seguiré guardando cosas que el martes no vaya a utilizar. Me voy a ver con una cantidad de cajas, bolsas y maletas que no va a ser normal. Pero bueno, ahora si alguien me pregunta si me voy de casa, puedo decir honestamente que sí.

Ya he estado pensando a grandes rasgos cómo voy a colocar las cosas en mi nuevo piso. Creo que hasta tengo una mesa para el ordenador y todo, la tele ya sé donde se va a poner, los libros van a estar en la estanterías… esas cosas insignificantes. Lo que no sé es dónde poner las fotos que revelé al venir para acá. Si las pongo en el salón comedor, probablemente no las vea desde la otra esquina del cuarto, porque es tan grande… Y si las pongo en la habitación, igual no las veo mucho tiempo. No sé, tengo que pensarlo.
Dado que el salón-comedor es tan grande, puedo recibir visitas siempre que quiera, sin importar si ya tengo a alguien alojado (no creo que se dé esa circunstancia). De hecho, si para el festival del año que viene, alguien se quiere venir, que se vaya apuntando, y mira que aviso con tiempo, pa que sus enteréis toos. Que este año alguien me dijo de venir, y al final sólo vino mi niño. Y los dos, como puestos por el ayuntamiento, viendo los conciertos sin movernos del sitio. Un día, dedicaré una entrada al festival celta, para que sepáis lo que os perdisteis.

Mañana entro más tarde de lo habitual a trabajar, así que aprovecharé a dormir un poco más, y a hacer algo por la mañana: ir al banco, comprar el pan… esas cosillas. No gran cosa, pero lo suficiente como para no tener que andar luego con prisas.
Eso es todo. Sed buenos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario