viernes, 26 de agosto de 2011

Seres humanos

"Me siento bastante mal durante unos días y creo que por fin voy a abandonar esta vida, hasta que me doy cuenta de que están reduciendo el suministro de morflina. Intentan desengancharme poco a poco (...). Entonces se me ocurre algo terrible: ¿y si no me matan? ¿Y si tienen otros planes para mí, una nueva forma de rehacerme, entrenarme y usarme?


No lo haré. Si no puedo matarme en este cuarto, aprovecharé la primera oportunidad que tenga en el exterior. Pueden engordarme, pueden arreglarme de pies a cabeza, vestirme y ponerme de nuevo guapa; pueden diseñar nuevas armas de ensueño que cobren vida en mis manos, pero nunca jamás volverán a lavarme el cerebro para que necesite usarlas. Ya no siento lealtad hacia estos monstruos llamados seres humanos, a pesar de ser uno de ellos. Creo que Peeta dió con la tecla al comentar que nos destruyéramos entre nosotros para dejar que otra especie más decente ocupara nuestro lugar. Porque algo falla estrepitosamente en unas criaturas capaces de sacrificar a sus hijos para zanjar sus diferencias. Da igual como se justifique. Snow creía que los Juegos eran una método de control muy eficaz. Coin creía que los paracaídas acelerarían la guerra. Sin embargo, al final, ¿a quién beneficia? A nadie. Lo cierto es que no beneficia a nadie vivir en un mundo en el que pasan estas cosas."

Extracto de "Sinsajo", tercera parte de la trilogía de "Los Juegos del Hambre", de Susan Collins.